Villa Gesell

Vine a Gesell a pasar una semana de vacaciones. Vine con Leti, mi novia, que también se pidió vacaciones (ella se pidió más días, porque trabaja para el Estado y le corresponden más vacaciones, porque ahí hay gremios y eso, beneficios, y miren cómo escribí todo esto sin una gota de resentimiento). La idea es descansar. Y planificar los detalles del casamiento, en diciembre. Todavía hay tiempo, pero nos anticipamos tanto como podemos a todo lo que vaya surgiendo. Ahora estamos con: lista de invitados y diseño de tarjetas.

En Villa Gesell, contra todo pronóstico, hay sol. Y no hace mucho frío. Está desolado, eso sí, como era de esperar. Parece una película de zombies sin zombies. Es otra ciudad que la del verano… se ve en el movimiento, en los precios (muchos locales en liquidación, ya preparándose para la próxima temporada), en el aire, en todo. Están construyendo bastante. Mi última visita fue en diciembre pasado, y ya hay nuevos edificios, locales, bares.

Uno se resiste a lo nuevo, más que nada cuando siente que pierde algo en el camino. Por ejemplo, hace uno o dos años pusieron un Mc Donalds en la Avenida 3. En Buenos Aires voy tanto al Mc Donalds como a Burguer casi sin culpa (el casi depende de si hago dieta o no), pero acá me resisto. Parece una boludez, pero cuando uno se mete entre los médanos y ve alguna que otra casita, puede imaginarse otra época, otro lugar. Y la M resplandeciente te tira todo abajo, te hace acordar que la aplanadora llegó a todos lados, que la vas a encontrar tanto acá como en Nueva York como en cualquier rincón del planeta.

Pero hay un rincón, acá en Gesell, que te permite recuperar la fantasía: el Viejo Hobbit. Es una casona un poco oculta, a unas cinco cuadras del centro, ambientada a lo Tolkien, donde hacen una impecable fondue de queso o chocolate, preparan cerveza y, algunas noches, hasta podés contar con música celta en vivo. Es otra fantasía, ya sé, pero más querible, y no tan insoportablemente redundante con lo que pasa en el mundo.

En nuestro caso, en cada visita hay que dedicarle una cena. Es una de esas cosas que siempre hacemos, como bajar del micro y almorzar en la parrilla Las Cuarenta, pasear bien abrigados por la rambla, merendar en Cachavacha, revisar novedades editoriales en Alfonsina, ir al Centerplay donde tienen un juego de fútbol que no vi en ningún otro lugar. Parece un post sponsoreado, pero no hay plata, nada más recuerdo y gratitud.

Con Leti nos conocimos hace casi tres años, y una semana después de conocernos vinimos a Gesell. En esta nueva visita, aunque llegamos ayer, ya encuentro similitudes con aquel viaje: invierno, sentir el viento que de a poco va gastando el edificio, pensar unas pocas salidas y el resto del tiempo quedarse en casa, mucha cama, antes guitarra y TV, ahora series en la notebook (Six Feet Under, Weeds, y los últimos capítulos de la inspiradísima Freaks and Geeks). Antes hablábamos de un futuro que, con una semana de relación, era más intención que otra cosa. Ahora bajamos esos planes a una nueva realidad. Y es una realidad que, como casi todo, tiene su encanto.

~ por nacho en May 29, 2012.

2 respuestas to “Villa Gesell”

  1. Eras efectista, venías por mi sonrisa, te ibas con mi admiración. Eras Hal Jordan haciendo firuletitos que nos llenaban. Pero ahora, más sesudo y emocional, querendón y querible, te reconozco, Alan Scott! Felicitaciones por el rumbo elegido y los planes por venir.

  2. Cambia el mundo, cambian los GL, cambiamos todos. Muchas gracias, también vos estás entre los que atravesamos estos cambios, ¿o me equivoco? La verdad que es un universo nuevo, (a veces) fascinante. Un abrazo!

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